lunes, julio 28, 2008

La Quetrófila en Chile




La “Quetrófila es una revista de literatura realizada por un grupo de poetas jóvenes argentinas que se encuentra de visita en nuestro país.
Dónde: Sede UDD Lastarria / Villavicencio 395, esq. Lastarria / Metro UC
Cuándo: Miércoles 30 de julio / 19:00 hrs.

miércoles, julio 23, 2008

Seis poemas breves de Armando Rubio Huidobro

De Ciudadano

Ediciones Minga

1983







LAS NUBES.
Niño,
las nubes no son de algodón;
las nubes son
el bostezo de Dios.

Niño,
las nubes no son un adorno;
las nubes
son un estorbo:
no nos dejan ver a Dios.



UN DOMINGO.
La tarde se asolea, azul,
en la plaza. Las palomas se congregan
luminosas y amargas
entre volantines y esferas
que se enredan en los cables.

Un niño llora
su gorra marinera
en la cabeza del lustrabotas.

Los hombres sueñan.
La tarde gira
en la manivela
del organillero.



DISTANCIA.
Indiferencia del mundo
y de las cosas
hacia mi;
indiferencia mía
hacia el mundo y las cosas:
mutua correspondencia.

Transito
y caigo
de pie.

La misma puerta
entreabierta
en un desierto
marchito de sol.

La gaviota extraviada
en un espejismo de mar,
abre sus alas,
yerta,
sobre el vacio de las cosas.



NAIPE.
Veintiún años:
poco a poco me descubro
la baraja que me dieron.

¿Qué carta
tirar primero?

Lo de mirarse uno mismo
-cara de astuto viajero,
diente de viejo zorro-
por algo que no sabernos.

¡Y tan largo
que se me vuelve este juego!



ESCENA COTIDIANA.
La mosca sobrevuela
en torno del almuerzo.

El hombre se levanta,
matamoscas en mano,
y se le enreda un pie:
voltea ella la mesa,
muere el hombre, aplastado.

Entonces
almuerza la mosca
entre blancos aromas
de zapallo.



HABITOS.
Esta vieja costumbre en consecuencia
de amanecer cansado cada día
con la cara de siempre, el mismo aspecto
-cordero estupefacto, ¡no hay derecho!-,
la liturgia congénita de mirarme al espejo:
descubrirme in fraganti con peineta y dentífrico
-no asienta esa conducta en mansa bestia-;
conciencia de estar vivo y respirando
-con qué objeto, que sabes-, y otras cosas
que, por último, ahora no tolero:
la plena autonomía de mis gestos
y la fidelidad de mis zapatos.

domingo, julio 20, 2008

Lanzamiento antología de Winétt de Rokha

(Para ver la información haz click en la imagen)

viernes, julio 11, 2008

De todo un poco (salpicado de libros)





C.M. Bowra - Reiner Maria Rilke (PDF)


Wolfang Kayser - Lo grotesco [Fragmentos] (PDF)


Perry Anderson - Entrevista a Gyorgy Lukács (PDF)


Gyorgy Lukács - La teoría de la novela [cap. 3,4,5] (PDF)


Paolo Virno - Virtuosismo y revolución (PDF)


Peter Szondy - Estudios sobre Celan (PDF)


Rumi - Poemas Sufíes (PDF)



domingo, julio 06, 2008

Los seis minutos más bellos de la historia del cine


Por Giorgio Agamben



Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia.
Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado
aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la
galería -que es una especie de gallinero- está completamente
ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles
de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana
en la platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un
chupetín. La proyección está empezada, es una película de época,
sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto aparece
una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se
pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla
y sus sablazos empiezan a lacerar la tela. Sobre la pantalla
todavía aparecen la mujer y los caballeros, pero el rasgón negro
abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez más,
devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla
ya no queda casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la
sostenía. El público indignado abandona la sala, pero en el gallinero
los niños no paran de animar fanáticamente a Don
Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.





¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas,
creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar (este es,quizás,
el sentido del cine de Orson Welles). Pero cuando, al
final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando muestran la
nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio
de su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado-
no puede amarnos.
(En Profanaciones, Editorial Adriana Hidalgo, BsAs, 2005. p.123-4)